Needle

Needle era una niña humana, Una bastante solitaria.

No tenía amigos. Pero tenía todo el hilo que podía desear, todas las agujas que quería, y teniendo tanto material, ¿qué más podría querer alguien que sólo viviera para remendar, coser y tejer?

Un amigo, tal vez…

Alguien que compartiera su afán por tejer cosas, alguien con quien pudiera estar horas sin hablar. Que el "chis chas" de las agujas al chocar fuera lo que dirigiera la conversación.

Ahora bien, ¿Qué necesitaba un amigo? Dos brazos, dos piernas, una nariz. Un cuerpo. Todo cosido con un fino hilo de algodón.

Y de eso estaba constituido su amigo. Era todo tela y relleno. Se llamaba Rag.

Pero Rag no era muy animado. Y no sabía coser. Era difícil para Needle aceptar a un amigo que no supiera coser.

Acabó aburriéndole su amigo.

Tal vez si Rag estuviera vivo…


El vecino de al lado pocas veces salía. Era un viejo decrépito, alguna vez chamán en Haití. Podía resucitar a los muertos si lo deseaba. Podía encoger cabezas.
Pero él no quería resucitar a nadie. Y las cabezas reducidas no le gustaban.

El vecino de al lado sólo quería morir.

Needle lo sabía.

Esa oscurísima noche, el vecino de al lado dormía.

Needle no podía dormir.

Se levantó, y sin hacer ruido, fue a la cocina. Tomó un cuchillo de carne y la luna le devolvió la mirada. Desde el cuchillo, la luna lucía muy afilada.

El vecino de al lado quería morir.
Needle quería que su amigo de tela viviera.

Ambos sueños se cumplirían esa noche.

Entró con cuidado a la casa de al lado. Ni su sombra la notó.

Entró al cuarto del viejo. El reflejo de la luna se manchó de rojo en el cuchillo de carne. La navaja había cumplido su misión –cortar carne- pero esa no era carne de pollo. Ni de res.

El viejo estaba muerto.

Needle de inmediato puso sobre la boca del –ya- cadáver, su muñequito de trapo, que le entregó una sonrisa siniestra. Rag tenía motivos para sonreír. Estaba absorbiendo un alma.

Rag viviría, por fin.

Pero algo no salió bien, algo fuera del plan.

El alma del viejo se levantó de la cama. Miró a la niña con cansancio. El cansancio de un espíritu joven.

"Antes de volver a mi clan," el joven traslúcido dijo "me gustaría saber quien me sacó de mi mismo. Quien arruino mi descanso."

Needle, acurrucada en una esquina, imploraba la misericordia que ella misma había negado.

"Aunque fue mucho tu ingenio, te faltó razón. El hombre sin sentido común está tuerto. Y ahora tú también lo estarás."

Mientras esto iba diciendo, el ojo derecho de Needle se convertía en un botón, cegándola al mismo tiempo.

Pero la metamorfosis aún no terminaba. El dolor -era inmenso- jamás iba a cesar. Pues los órganos sanos de una niña de carne se estaban convirtiendo en pelusas, en relleno de algodón.

Su pequeña alma reducida a un estropajo. Su pequeño corazón ahora era de nailon.

Su frágil constitución, a una muñeca de trapo.

Y para castigar más el delito cometido, el alma del viejo, tomando el cuchillo, lo clavó sobre su pierna de espuma.  

"A ver si así dejas de meterte en las vidas ajenas.

Pero seré bueno contigo, aunque tú no tuviste la decencia.

Pasaré mi alma a este muñeco, y seré tu compañía. Y para tu extraña manía, un kit de costura."

"Ahora, si quieres volver a ser humana, deberás tejer un corazón de lana. Para esto deberás trabajar con estambre blanco. Por desgracia, si el corazón no es carmín, no servirá de nada."

"Con ese fin" dijo y le entregó unas tijeras, "deberás robarle la vida a la gente. Clavarás estas tijeras con su filo mortal en el pecho de aquellos infortunados."

"Al fondo de cada corazón humano hay un hilo dorado que deberás cortar para quitarles la vida, pues cada alma que arranques de su cuerpo será un metro más de esa lana teñida de sangre."

"Cuando acabes de tejer un corazón de estambre, y cuando este lata de tantas almas atrapadas dentro de él, te regresaré a tu forma humana."

Dicho esto, el alma del viejo desapareció.

Y  un brillo en los ojos de Rag le indicó a Needle que por fin su amigo estaba vivo.

Pero, ¿a qué precio?

Partió Needle, a su escalofriante cruzada, llena de remordimientos, del dolor de arrancar almas.

Y es que cada persona que mataba era otra aguja que se clavaba en su pierna buena, lastimando su suave piel de tela.

Y cada alma que entraba al maldito corazón de estambre provocaba que otro enjambre de polillas entrara a su alma de estropajo, corroyéndola.

Ahora Needle lamentaba su tormento. Cada alma que tomaba dolía más que la anterior.

Odiando con su estropeada alma, esa noche de verano en la que mató al anciano
Y firmó ese horrible pacto del cual sólo la luna fue testigo.